jueves, 8 de septiembre de 2011

Hitchcock y sus Pájaros asesinos


El argumento de Los Pájaros (The Birds, 1962) se basa en el famoso ataque de unas aves a la familia Westminster en los Estados Unidos. Los animales en grandes grupos picotearon sin piedad a esta familia de cuatro personas, en la que ninguno de los miembros sobrevivió al incidente. En un principio, la adaptación de la novela original de Daphne du Maurier estaba prevista para el programa televisivo de Alfred Hitchcock Presenta, pero finalmente el director decidió convertirlo en un largometraje.

Según cuenta Donald Spoto, en la biografía que realizó sobre Hitchcock, el realizador británico leyó en el periódico de Santa Cruz la noticia de la invasión de unas aves marinas a una localidad costera, con el resultado de una devastadora secuela de destrucción. Una Invasión de Pájaros Marinos Golpea los Hogares de la Costa, proclamaban los grandes titulares y la violencia era inquietante: ventanas destrozadas, coches dañados, farolas rotas y varios peatones heridos. De inmediato, pensó que era una gran historia; por lo que comenzó a diseñar cómo llevaría a buen puerto la idea que ya se estaba materializando en su cabeza. Hitchcock, además, era conocedor del relato de Daphne du Maurier, Los Pájaros –el director ya se había basado en otros relatos de esta misma escritora para escribir los guiones de películas como Posada Jamaica (1939) y Rebeca (1940) –, y sabía que todavía no existía ninguna adaptación cinematográfica. Así que llamó a Joseph Stefano, al cual tenía contratado para escribirle tres guiones, para iniciar la escritura del guión; pero éste no se sentía entusiasmado ni con los pájaros ni con la historia, así que Hitchcock tuvo que buscar otro candidato más afín a su perspectiva.

Finalmente, la adaptación de Los Pájaros fue realizada por el novelista Evan Hunter –más conocido como Ed McBain– bajo la supervisión de Alfred Hitchcock. Se trata, nuevamente, de una clara muestra del arte del desplazamiento de una sensibilidad literaria hacia una narrativa totalmente visual. En este filme, el maestro del suspense despliega toda su sabiduría para decirnos a los espectadores que el enemigo más aterrador con el que nos podemos encontrar es aquel que nos ataca sin que se determine cual es la razón de su conducta. Así es como se comportan los pájaros. Hasta ese momento ellos formaban parte del paisaje en el que se desenvuelve la acción pero, de repente, su relación cambia radicalmente y sin ningún tipo de explicación concreta con los otros habitantes –humanos– de Bahía Bodega.

Ellos (los pájaros) toman el protagonismo de la obra. De hecho, a las historias personales de los personajes no se les atribuye demasiada importancia. Por lo tanto, lo que necesitaba para universalizar la sensación de amenaza entre las personas era el empleo de una serie de arquetipos perfectamente reconocibles por el espectador; personas normales, con virtudes y defectos Así, la irrupción del imprevisto y lo absurdo en lo cotidiano, es una de las temáticas –junto con la de la culpabilidad– sobre las que insiste la obra del director.


Es la elaboración visual la que les confiere entidad, densidad, significado y trascendencia e estos personajes. Son sus gestos, las pausas entre frases, los silencios, los cruces de miradas, posturas y angulaciones, sutiles movimientos de cámara, composición y yuxtaposición de planos en el montaje… En definitiva, es esa puesta en escena tan personal y expresiva con la que la posición de un cuadro o una silla determina una ausencia o la forma en la que se recogen unos trozos de loza rota describe un estado de ánimo. Del mismo modo, un efecto de luz nos hace creer en una puerta inexistente y una pequeña elipsis, estratégicamente situada, engendra en el espectador una profunda inquietud.

Ya desde el comienzo del relato, los pájaros están presentes en la acción. Todo comienza en una pajarería de San Francisco, donde los protagonistas –si podemos considerar protagonistas a unas personas y no a los pájaros–, Mitch Brennee y Melanie Daniels, se conocen gracias a una mentira creada por ellos mismos. Mitch ha ido a comprarle una pareja de “amigables” periquitos a su hermana Cathy y desde ese preciso instante, estas aves nos acompañarán a lo largo de todo el trayecto fílmico sin salir de su jaula, no pudiendo, de esta manera, hacer daño a nadie.

Pero en esta primera escena, otra ave se nos es presentada. Se trata de un canario que en el menor descuido de Melanie aprovecha para escapar, revoloteando sobre las cabezas de ellos y de la dependienta de la pajarería. Esta acción puede ser planteada en relación a una función premonitoria, dado que el pájaro parecía un ser tranquilo, asustadizo incluso, pero tan pronto alcanza la libertad aprovecha su condición más poderosa de ave para situarse en una posición superior a las personas que lo acompañan. En esta ocasión es Mitch –caracterizado desde el comienzo como la suma de  inteligencia y valentía–, el que “salva” a las mujeres. En esta ocasión, así como en las próximas en la que sea necesaria su ayuda.

Es destacable a lo largo de la película el empleo que se hace de los diálogos pronunciados en boca de los personajes. Estos nunca habían sido atacados por un ave, por lo tanto ven a esos animalitos como seres inocentes, hermosos, hasta tal punto, que cuando empiezan los ataques muchos justifican la actitud de los pájaros como algo no casual, sino provocado por el hombre –jamás como algo que pueda nacer de una capacidad organizativa y destructiva de éstas–.

Todo estaba perfectamente articulado por Hitchcock. Aunque hay matices que puedan pasar desapercibidos debido a la fuerza que tiene en el relato la actitud de los pájaros. Por ejemplo, al comienzo, Mitch atrapa el canario que se había escapado, lo devuelve a su jaula y, sonriendo, le dice a Melanie, “Te devuelvo a tu jaula dorada, Melanie Daniel”. Hitchcock afirma en la entrevista con Truffaut que añadió esa frase durante el mismo rodaje ya que consideraba que así podría emplearla para definir el carácter frívolo y mimado de la muchacha. De esta manera, luego logra relacionar esa escena con la del ataque de las gaviotas al pueblo, debido a que cuando Melanie se refugia en la cabina telefónica, se nos presenta como un pájaro enjaulado. Asistimos a la inversión de los roles entre los pájaros y las personas; siendo, por esta vez, los pájaros los que gozan de la libertad y las personas –representadas por Melanie– las que se encuentran enclaustradas.

De la misma forma que en esta ocasión, se rodó el diálogo de la pajarería en la que se habla del «love birds», ya que después de pronunciar estas palabras todo el film se desenvolverá en base al odio de los pájaros. Así, a lo largo de la película, el retorno a esas palabras tendrá un carácter muy irónico; tal y como sucede al final cuando, antes de subir al coche, Cathy le pregunta a su hermano si puede llevarse los pájaros de amor quedando demostrado que algo bueno ha logrado sobrevivir.

Todos parecen ser grandes conocedores de los pájaros y así se nos muestra a lo largo de distintas secuencia. En primer lugar, Mitch le habla con mucha propiedad a Melanie en la pajarería acerca de los distintos tipos de aves, sus características y sus cambios. Más tarde, vemos a su madre, hablando por teléfono con el vendedor de los piensos contestándole de forma tajante, nunca dubitativa, a todo lo relacionado con la falta de apetito de sus gallinas –es destacable además en esta secuencia que si los protagonistas fueran Mitch y Melanie, no serían lo suficientemente potentes en pantalla, dado que, pese a la posible importancia que tendría su diálogo en el nacimiento de su relación, la cámara los capta en la lejanía de un segundo plano, impidiendo que escuchemos sus palabras y centrando la atención del espectador en la llamada de teléfono y en lo que en ella se dice–. Para luego, en el restaurante de Bahía Bodega, encontrarnos con una especialista en el campo de la ornitología.

Sí, todos saben mucho acerca de los pájaros, pero, al mismo tiempo, ninguno sabe nada; puesto que, ni siquiera la persona que más haya estudiado sobre estos animales,  es capaz de explicar la razón de su comportamiento. Lo mismo nos sucede a los espectadores, pensamos saber lo que va a suceder, pero nos equivocamos una y otra vez. Así lo quiso el genio y así lo confirmaba en la famosa entrevista que le concedió a Truffauf, en la que decía que los espectadores “van al cine, se sientan y dicen: «Muéstreme.» Luego, sienten deseo de anticipar: «Adivino lo que va a suceder.» Y yo me veo obligado a recoger su desafío: «¡Ah, sí! ¿Conque eso cree? Bueno, vamos a ver.» En The Birds (Los Pájaros) he procedido siempre de tal manera que el público no pueda adivinar cuál será la escena siguiente. (…) El público oye hablar de la película por los rumores que se pasa unos a otros. No quiero que se impaciente esperando a los pájaros, pues entonces no prestaría bastante atención a la historia de los personajes.”.

Usando términos musicales, Los Pájaros, se construye tal y como si fuera una sinfonía de terror totalmente visual y con vocación apocalíptica. Tras un ligero preludio, el tema principal se desenvuelve a través de distintas variaciones que ascienden oscilando entrelegatos, scherzos y furiosos staccatos, manteniendo en suspenso la nota final de cada composición;  paradójicamente, sin más banda sonora musical que el propio ritmo que se crea a través de las imágenes. De modo similar, Fellini afirmó que el filme era un terrorífico poema brillantemente ejecutado.

Aunque, tratándose de una película pensada para atemorizar al espectador, lo que sorprende es que prácticamente no se muestren víctimas mortales –sólo han muerto tres personas y dos de ellas prácticamente desconocidas para el espectador, sin peso emocional en la trama–, es más, no somos testigos de ningún ataque directo de los pájaros con un resultado fatal explícito. Sin embargo y pese a todo esto, la sensación de peligro, e indefensión está intensamente transmitida.

A Los Pájaros se los ha interpretado de infinidad de maneras, tanto simbólicas como psicoanalíticas, pero ningún filme de Hitchcock como éste tiene tantas zonas oscuras e inexplicables. Pero, aunque una bruma surge al rededor de los significados, la acción transcurre con absoluta transparencia: lo que sucede, sucede y el realizador así nos lo muestra. Los Pájaros provoca la necesidad de saber, ya que, como decía Cozarinsky, “el peor miedo es el miedo a lo desconocido, a no saber”.

En este aspecto, estamos ante una película de terror reflexiva. En ella, el director ha conseguido obtener un juego perfecto que se arma y se desarma, una y otra vez, sin que el espectador pueda darse cuenta de los mecanismos y resoluciones que emplea. Con un montaje donde una mirada puede ser una postura moral, un aleteo una consecuencia reflexiva, un picotazo una transformación religiosa… Los Pájaros propone un misterio, cuya resolución es quizás indescifrable. El propio director omitió deliberadamente toda explicación racional al comportamiento de las aves, ya que sabía que eso creaba mucha mayor inquietud en los espectadores. Aún así, algunos teóricos aseguran haber resuelto el enigma, pero, se continúan dando distintas respuestas a uno de los misterios más sublimes y apasionantes que nos ha proporcionado el séptimo arte.

De esta manera es que nos encontramos con libros, textos, documentales, ensayos, reportajes, análisis de teóricos, cinéfilos, psicólogos, ornitólogos. Todo lo que deseemos leer y más, pero como diría Truffaut, al igual que La Biblia, Los Pájaros, no es una obra de la que se puede realizar una libre interpretación. Se trata de Alfred Hitchcock, por lo tanto, sabemos que aunque puede haber múltiples lecturas de la obra, el análisis que se haga no puede llevarnos a establecer como válida "cualquier interpretación que se nos pase por la cabeza”, puesto que toda mirada, ya estaba concebida y conducida por Hitchcock –desde el argumento a la puesta en escena–.

Los ataques de los pájaros son sorpresivos, incontrolados, no siguen pautas encarnando el caos. Ésa es también la razón de dejar el final abierto, con el plano fijo del coche alejándose entre las aves incomprensiblemente expectantes. La amenaza sigue latente. Hitchcock suprimió el clásico "The End" final, para lograr que las dudas del público continuaran aún después de que se terminara el filme. Según se escribió más tarde, su intención era terminar la película con los protagonistas llegando a San Francisco aliviados hasta que descubrían que el Golden Gate y los edificios del alrededor estaban repletos de pájaros –pero, por falta de recursos financieros y tecnológicos, no fue posible llevarlo a cabo.

Liberado de una trama rigurosa e incluso de una lógica a respetar, Hitchcock hace prevalecer la suya con autoridad a través de una serie de características que le son propias. Experimenta dentro de los cánones clásicos, pero empleando una innovación en la sintaxis. Emplea concienzudamente los sonidos –así como los silencios– a través de una puesta en escena perfectamente estudiada, cuidando en todo momento situar al espectador en las coordenadas escénicas precisas. Precisamente por las especiales características que concurren en ella, Los pájaros resulta una de las películas de la etapa dorada de Hitchcock donde quedan expuestas con mayor claridad algunas de sus constantes y singularidades como director.
Depara tanto una antología de momentos clásicos como una recopilación de sus virtuosismos técnicos, donde la incursión de Melanie en la granja Brenner anticipa las andanzas de Marnie –usando idéntico mecanismo de suspense para obsequiar en vez de hurtar–, o el ataque a la muchacha en el desván mientras todos duermen reelabora el asesinato de la ducha en Psicosis.
En definitiva, lo que hace que las películas de Hitchcock resulten a menudo más grandes que la propia vida, e incluso, más creíbles que la realidad, es la capacidad que tienen para conseguir que se conviertan en “experiencias vividas” por el espectador, hasta el punto de hacerle desear un retorno a Bahía Bodega para comprobar si todavía los pájaros siguen allí, tan acechantes como los hemos dejado.
*Andrea Carleos, Mayo 2011

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